sábado, 23 de abril de 2016

FIESTA DE LA CONVERSIÓN DE NUESTRO PADRE SAN AGUSTÍN







“Nos hiciste, Señor, para ti, y nuestro corazón 
está inquieto hasta que descanse en ti” (Conf. 1,1,1)

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Queridos hermanos:

En la Conversión de nuestro Padre San Agustín, en este primer año de nuestra aprobación y al mismo tiempo celebrando este año de gracia que nos han regalado dedicado a la MISERICORDIA, no podía dejar de de compartir con vosotros la alegría de esta fiesta en la que celebramos ese encuentro profundo de Agustín con Cristo, lejos del error y dentro de la gracia, para                                               entregarse totalmente al servicio de Dios y de su Iglesia.

De esta forma nació la espiritualidad agustiniana que hoy comparten órdenes, congregaciones y fraternidades, teniéndolo como padre y guía en ese camino hacia Cristo.

Dios tuvo a bien, que quienes comenzábamos este camino, providencialmente renováramos nuestros votos en manos de nuestro querido Obispo y Pastor hace dos años este día y al mismo tiempo, tres días antes de la canonización de dos grandes santos, San Juan XXIII y San Juan Pablo II, este último, a quien debemos la institución de la fiesta dedicada a la Divina Misericordia.

He querido comenzar esta carta de felicitación con la primera frase con que san Agustín comienza el libro de sus Confesiones, “Nos hiciste Señor para ti…”, él había comprendido que nada somos fuera de Dios y sólo en Él descansamos, vivimos y esperamos. In Deum, hacia Él caminamos sin descanso y en Él está nuestra única esperanza y las de todos aquellos que de una forma u otra la han perdido.

Por todas y cada una de esas personas intercedemos con nuestra vida, servicio y entrega de cada día, desde el Amor que nos llama a ser Compasivos y Misericordiosos como el Padre.

En este deseo de caminar juntos hacia ese Dios que es Señor de nuestra vida, os pido que seáis como Él os soñó, pues para cada uno de nosotros tiene un proyecto único y diferente. Él nos ama como somos con un amor incondicional y nos espera en cada lugar, en cada persona y en cada momento como lo hizo con san Agustín.

Quiero terminar esta felicitación dándoos las gracias una vez más por vuestro apoyo y empeño en seguir caminando juntos en esta aventura de llevar el evangelio desde el espíritu agustiniano a cada rincón desde el AMOR, MISERICORDIA Y COMPASIÓN.
No nos olvidemos de rezar los unos por los otros.

Mi abrazo fraterno y oración  siempre,

                            In Deum


                                      Hna. Macarena Orozco



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