La Comunidad Agustiniana del Amor de Cristo tiene su origen en
torno a la Solemnidad de Pentecostés de 2012, como una respuesta a los
acontecimientos vividos en los que se lee un nuevo horizonte y forma de vida.
Sigue con fidelidad el Evangelio, plasmado en el espíritu de la Regla de San
Agustín, según la expresión de los Hechos de los Apóstoles: “teniendo una
sola alma y un solo corazón”.
Estos acontecimientos, fiel reflejo de las diversas situaciones de
injusticia y desigualdad que vive nuestra sociedad, nos hicieron asumir desde
entonces el reto de dar una respuesta a la sed de Dios de tantos hermanos y
hermanas que caen en la desesperanza por la falta de dignidad, de respeto, de
hambre, de justicia, de paz interior...
Así pues, unidos en la fe en el Hijo de Dios, que es
inseparable de los dones de Él recibidos, nuestro servicio a la Iglesia será
lograr la reconciliación de todos los hombres con Dios desde el amor, la
compasión y la misericordia para con estos hermanos nuestros tan
desfavorecidos. Para hacerlo vimos necesario estar a pie de calle contemplando
ese rostro de Cristo sufriente en nuestro prójimo. El sentirnos hijos del Dios-Amor, que es toda ternura, contemplado
en el hermano que sufre, nos impulsa a ello.
La Comunidad la forman Consagradas, Laicos adscritos, Laicos colaboradores, Amigos de la Comunidad y los niños y jóvenes pertenecientes a los Grupos Concordis.
La Comunidad la forman Consagradas, Laicos adscritos, Laicos colaboradores, Amigos de la Comunidad y los niños y jóvenes pertenecientes a los Grupos Concordis.
Desde la vivencia de los Consejos
Evangélicos,en el caso de las Consagradas y de los compromisos laicales, en el caso de los demás miembros, está abierta a las necesidades de la caridad, vivida no solo
dentro de la Comunidad, sino también fuera de ella, pendientes de las
necesidades de nuestros hermanos sin distinción alguna y queriendo plasmar en
el mundo el AMOR, según el Testamento de Jesús: “Para que todos sean uno,
como tú, Padre, en mí, y yo en ti, que ellos también sean uno en nosotros, para
que el mundo crea que tú me has enviado”.
Esta espiritualidad es, ante todo,
evangélica y eclesial, contemplativa, apostólica y agustiniana.
Todo cristiano que se quiera
comprometer desde los Consejos Evangélicos o desde su vida laical con este estilo de vida asumirá la identidad
propia de esta Comunidad, participando juntamente y compartiendo la misma mirada y sensibilidad en la que ejercen su labor
contemplativa-apostólica, ya sea desde la acción o desde la contemplación.
Los laicos que se comprometen en esta
Comunidad al servicio de la Iglesia, se unirán en el Sacrificio
Eucarístico como expresión cierta de la Comunión de los Santos.
Es esencial en la vida de esta Comunidad la búsqueda de Dios como
algo primordial por medio de la Eucaristía, la Palabra de Dios, la oración, la
celebración de su alabanza a través de la Liturgia de las Horas y la caridad
fraterna, sobre todo llevando el Evangelio a nuestra realidad más cercana y
necesitada, atendiendo a cada uno de nuestros hermanos como al mismo Jesús.
El objetivo de nuestra vida es vivir la comunión, con
atención especial a los más necesitados, desde el espíritu de la Regla de san Agustín, como
contemplativos en medio del mundo, creando puentes de unión entre los hombres
según está escrito: “Lo que hagáis a uno de estos, mis hermanos a mí me lo
hacéis”.
Cada miembro de la Comunidad, consagrados y laicos, puede vivir
según su opción de vida porque nuestra Comunidad son nuestros hermanos los
hombres, sin excepción; nuestra casa es el mundo, más allá de las paredes de un
edificio y nuestra gran familia, la Iglesia.
Nuestra Comunidad se inserta en la
Iglesia local en la que vive, comprometiéndose a ser signo vivo de la Presencia
de Dios entre los hombres, a través de la escucha y vivencia diaria de la
Palabra, la Liturgia vivida y compartida con los hermanos; la caridad en la
vida fraterna y asumiendo formas de apostolado en la formación de niños y
jóvenes, por medio de la enseñanza y catequesis, adultos y personas
desfavorecidas en cualquier ámbito de su vida, mujeres e inmigrantes, y
aquellas situaciones que nos hacen encontrarnos con Cristo en nuestros hermanos
practicando las obras de misericordia para con todos, abriendo los ojos a los
acontecimientos desde Dios-Amor como centro de nuestras vidas, contemplándole
con los ojos abiertos, encontrándolo en cada uno de nuestros hermanos sin
distinción de raza, lengua, condición social o religiosa. También
evangelizamos cada día afrontando las nuevas realidades y desafíos que
encontramos en los diversos matices tales como la privación de libertad,
persecución de nuestro prójimo y hermanos inmigrantes que se ven desprotegidos
ante las diversas situaciones que experimentan.
Cada miembro vivirá con la austeridad y sobriedad propia de los hijos de Dios.
Fuimos aprobados por Decreto Episcopal como Asociación Privada de Fieles Comunidad Agustiniana del Amor de Cristo, el día 22 de mayo de 2015, memoria litúrgica de santa Rita de Casia.
Vivimos al amparo del Evangelio y de la
Regla de san Agustín, que son patrimonio de la Iglesia Universal, sin tener
pertenencia alguna a ninguna Orden o Congregación que viva bajo esta Regla,
pero acogiendo la palabra agustiniana en nuestro nombre, que hace
referencia a la Regla y al carisma de san Agustín, ya que como dice el Papa
Francisco en el nº 130 de la Evangelii Gaudium:
El Espíritu Santo también enriquece a toda la Iglesia evangelizadora con distintos carismas. Son dones para renovar y edificar la Iglesia. No son un patrimonio cerrado, entregado a un grupo para que lo custodie; más bien son regalos del Espíritu integrados en el cuerpo eclesial, atraídos hacia el centro que es Cristo, desde donde se encauzan en un impulso evangelizador. Un signo claro de la autenticidad de un carisma es su eclesialidad, su capacidad para integrarse armónicamente en la vida del santo Pueblo fiel de Dios para el bien de todos.
Habitamos en
COMÚN UNIDAD, por eso somos Comunidad. Vivimos desde el Evangelio la
comunión con toda la Iglesia, llamada a ser signo profético desde el
Amor, la Misericordia y la Compasión para con nuestros hermanos.
me agrada ver como todo aquello que he sentido desde siempre va cobrando forma y vida en la comunidad por ello doy gracias a Dios que ha dado respuesta al deseo de muchas personas que de seguro se irán uniendo al tener conocimiento de la misma
ResponderEliminarTambién a mi me agrada ver nuevas formas de vida cristiana en comunidad, compartiendo un proyecto y espectativas comunes desde diferentes visiones ( personas consagradas y célibes, laicos solteros y casados, jóvenes y menos jóvenes, etc... ). ME PARECE UN MODALIDAD DE VIDA EN COMUNIDAD COMPARTIDA Y ENRIQUECEDORA, DONDE EL ESPÍRITU DE JESÚS PUEDES ESTAR Y SER MAS LIBRE Y EXPERIMENTADO.
ResponderEliminarUN HURRA POR ELLO