martes, 8 de diciembre de 2015

Ante el Año Jubilar de la Misericordia

“Tened los mismos sentimientos que Cristo Jesús”
Filipenses 2, 5-11


Queridos hermanos:

Hoy, día de la Inmaculada Concepción de María,  SS. El Papa Francisco, abre en Roma el Año Santo Jubilar de la Misericordia, al mismo tiempo que se cumplen cincuenta años de la celebración del Concilio Vaticano II, momento de gracia y de renovación en la Iglesia de Cristo.
Cuando Dios se reveló a la humanidad en Cristo, recorrió un camino de amor. Ese camino nos ayuda a comprender hoy este fragmento de la carta a los Filipenses en la que se nos invita a tener los mismos sentimientos de Cristo. Porque tanto amó Dios al mundo que envió a su hijo y se hizo hombre como manifestación única posible del amor, ya que el amor para comunicarse, se hace pequeño y Dios, parar comunicarse, se hace hombre y por esto se comunica.


Jesucristo es Rostro de la Misericordia del Padre. Nos dice el Papa en la Misericordiae Vultus, Bula de convocatoria del Jubileo Extraordinario de la Misericordia, “El misterio de la fe cristiana parece encontrar su síntesis en esta palabra. Ella se ha vuelto viva, visible y ha alcanzado su culmen en Jesús de Nazaret. El Padre, «rico en misericordia» (Ef 2,4), después de haber revelado su nombre a Moisés como «Dios compasivo y misericordioso, lento a la ira, y pródigo en amor y fidelidad» (Ex 34,6) no ha cesado de dar a conocer en varios modos y en tantos momentos de la historia su naturaleza divina. En la «plenitud del tiempo» (Gal 4,4), cuando todo estaba dispuesto según su plan de salvación, Él envió a su Hijo nacido de la Virgen María para revelarnos de manera definitiva su amor. Quien lo ve a Él ve al Padre (cfr Jn 14,9). Jesús de Nazaret con su palabra, con sus gestos y con toda su persona revela la misericordia de Dios”.
En los comienzos de nuestra Comunidad, nos planteamos cómo viviría Jesús aquellos nuevos rostros y personas que íbamos conociendo, cómo se acercaría a ellos, cómo los miraría… y de este discernimiento fuimos configurando aquellos sentimientos que hoy coronan nuestra cruz y escudo que llevamos colgada: AMOR , MISERICORDIA Y COMPASIÓN…los mismos sentimientos que Cristo Jesús.

Volvamos durante este Año Jubilar de la Misericordia a la ley trinitaria del Amor, que se hace pequeño para encontrarse con el otro. Si hacemos esta ley parte de nuestra vida, estableceremos en la Iglesia, en el mundo, en nuestra vida y en la de nuestro prójimo la presencia del amor misericordioso de Cristo y todo lo difícil se hará simple, porque ya que Dios es Amor y está presente en cada uno de nosotros, será más fácil encontrar cuál es la voluntad de Dios en nuestra vida.

Desde nuestro carisma agustiniano, vivimos la fraternidad y con ello estamos en el corazón de la Iglesia y mostramos cada día al Padre Misericordioso que es compasivo y acoge con amor a cada uno de sus hijos. Sigamos siendo dentro de ella esa experiencia concreta de vida comunitaria que hace más cercana esa realidad concreta de vida para poder seguir experimentando que Dios es amor que crea y nos hace existir comunitariamente, como lo hizo con Agustín y sus amigos porque quiso que existiera esta realidad comunitaria.
La diversidad no hace daño, al contrario, la diversidad enriquece y esto es algo importante, porque a diario compartimos nuestra vida con diversas religiones, diferentes credos, razas y culturas y tiene un sentido, nos ayuda a seguir creciendo y a llegar a esa luz en nuestro caminar, que es el mismo Cristo.

Sigamos adelante, puestos los ojos en Aquel que es imagen viva de la misericordia.
A María, Madre Inmaculada, Madre de la Misericordia, Consejo, Gracia y Consolación encomiendo este Año jubilar que comenzamos junto a toda la Iglesia, como año de de gracia para nuestra Comunidad.

           In Deum


                   Hna. Macarena




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