viernes, 31 de marzo de 2017

V ENCUENTRO DE LA PALABRA

En la tarde de hoy hemos celebrado nuestro V Encuentro de la Palabra y hemos reflexionado sobre el evangelio que hoy nos regala la liturgia. 

Un nutrido grupo de hermanas y laicos de Comunidad  y Nuria, una de nuestras peques de Laetare, hemos compartido lo que nos ha sugerido la Palabra, haciendo nuestra la reflexión de los hermanos "servir desde la humildad".









sábado, 25 de marzo de 2017

REUNIÓN PRE-ENCUENTRO INTERDIOCESANO EN ATOCHA

En el día de hoy hemos tenido la última reunión de responsables y monitores antes del IV Encuentro Interdiocesano que se celebrará en abril y al que asistiremos más de 200 personas de diferentes Diócesis españolas. 

Nos ha acogido la Comunidad de los Salesianos de Atocha. En la reunión hemos acabado de cerrar los últimos detalles dela preparación del Encuentro. Mucha ilusión y muchas ganas de ofrecer a los niños y jóvenes con los que estamos a diario unos días diferentes. 

¡Ya falta menos!










domingo, 19 de marzo de 2017

JESÚS Y LA SAMARITANA EN EL PORTIL

En el día de hoy hemos estado compartiendo con la Parroquia de El Portil la liturgia de este III domingo de Cuaresma con su grupo infantil-juvenil Cristo Joven. 

Hemos trabajado sobre el evangelio de hoy que trataba sobre el encuentro de Jesús con la samaritana. Los niños han disfrutado profundizando sobre la sed de Jesús y el agua viva que nos ofrece a diario. 







sábado, 11 de marzo de 2017

FORMACIÓN COMUNITARIA MARZO

En la tarde de hoy hemos tenido la Formación comunitaria correspondiente al mes de marzo. En esta ocasión nos la ha impartido nuestro hermano Alberto Roa.

El tema ha sido "La necesidad del otro para ser yo" basado en el evangelio de la samaritana. Alberto ha ido desgranando el pasaje evangélico haciéndonos ver la necesidad del otro en nuestra vida cristiana y, sobre todo, la necesidad del Otro en nuestra vida para que la vivencia del cristianismo vaya creciendo y sea cada vez más madura.








domingo, 5 de marzo de 2017

VIA CRUCIS DE LA HERMANDAD DEL NAZARENO DE GIBRALEÓN

En la tarde-noche de ayer se celebró el Via Crucis de la Hermandad de Penitencia y Cofradía de Nuestro Padre Jesús Nazareno, Santa Cruz de Jerusalén y Nuestra Señora de los Dolores de Gibraleón (Huelva).

La Comunidad fue invitada a participar en tan solemne oración dirigiendo algunas de las Estaciones. Durante el Via Crucis el pueblo rezó acompañanando a Jesús Nazareno en su camino al Calvario.

Agradecemos una vez más a nuestros hermanos de Gibraleón que nos hayan concedido la oportunidad de colaborar con ellos a extender el Reino.







RETIRO A LA AGRUPACIÓN PARROQUIAL DE LA SANTA CRUZ DE CAMAS

En la mañana de hoy la Hermana Macarena ha estado impartiendo las charlas del Retiro de Cuaresma a la "Agrupación Parroquial de la Santa Cruz, Jesús de la Caridad y María Santísima del Rosario en sus Misterios Dolorosos" de la población de Camas, en Sevilla.

La Cuaresma es un tiempo propicio para acompañar a María en sus Dolores y ese ha sido el tema que ha compartido Macarena con estos hermanos sevillanos

Agradecemos a la Agrupación su cariñosa acogida y su vivencia del evangelio al servicio de la Iglesia.












viernes, 3 de marzo de 2017

IV ENCUENTRO DE LA PALABRA

Hoy hemos celebrado el Encuentro mensual de la Palabra. El evangelio de la liturgia de hoy nos ha servido de meditación. 

¿Qué ayuno es el que quiere Dios para nosotros en esta Cuaresma? Y se ha producido una gran reflexión entre todos los que hemos participado. 

Damos gracias a Dios por todas lo dones que concede a nuestra Comunidad y por la profundidad de vida de nuestros hermanos. 






miércoles, 1 de marzo de 2017

MENSAJE DEL SANTO PADRE PARA CUARESMA. "LA PALABRA ES UN DON. EL OTRO ES UN DON."


Compartimos con vosotros el mensaje de Cuaresma del Papa para esta Cuaresma. Una buena ocasión para meditarla en nuestra oración diaria. 

Queridos hermanos y hermanas:
La Cuaresma es un nuevo comienzo, un camino que nos lleva a un destino seguro: la Pascua de Resurrección, la victoria de Cristo sobre la muerte. Y en este tiempo recibimos siempre una fuerte llamada a la conversión: el cristiano está llamado a volver a Dios «de todo corazón» (Jl 2,12), a no contentarse con una vida mediocre, sino a crecer en la amistad con el Señor. Jesús es el amigo fiel que nunca nos abandona, porque incluso cuando pecamos espera pacientemente que volvamos a él y, con esta espera, manifiesta su voluntad de perdonar (cf. Homilía, 8 enero 2016).
La Cuaresma es un tiempo propicio para intensificar la vida del espíritu a través de los medios santos que la Iglesia nos ofrece: el ayuno, la oración y la limosna. En la base de todo está la Palabra de Dios, que en este tiempo se nos invita a escuchar y a meditar con mayor frecuencia. En concreto, quisiera centrarme aquí en la parábola del hombre rico y el pobre Lázaro (cf. Lc16,19-31). Dejémonos guiar por este relato tan significativo, que nos da la clave para entender cómo hemos de comportarnos para alcanzar la verdadera felicidad y la vida eterna, exhortándonos a una sincera conversión.
1. El otro es un don
La parábola comienza presentando a los dos personajes principales, pero el pobre es el que viene descrito con más detalle: él se encuentra en una situación desesperada y no tiene fuerza ni para levantarse, está echado a la puerta del rico y come las migajas que caen de su mesa, tiene llagas por todo el cuerpo y los perros vienen a lamérselas (cf. vv. 20-21). El cuadro es sombrío, y el hombre degradado y humillado.
La escena resulta aún más dramática si consideramos que el pobre se llama Lázaro: un nombre repleto de promesas, que significa literalmente «Dios ayuda». Este no es un personaje anónimo, tiene rasgos precisos y se presenta como alguien con una historia personal. Mientras que para el rico es como si fuera invisible, para nosotros es alguien conocido y casi familiar, tiene un rostro; y, como tal, es un don, un tesoro de valor incalculable, un ser querido, amado, recordado por Dios, aunque su condición concreta sea la de un desecho humano (cf. Homilía, 8 enero 2016).
Lázaro nos enseña que el otro es un don. La justa relación con las personas consiste en reconocer con gratitud su valor. Incluso el pobre en la puerta del rico, no es una carga molesta, sino una llamada a convertirse y a cambiar de vida. La primera invitación que nos hace esta parábola es la de abrir la puerta de nuestro corazón al otro, porque cada persona es un don, sea vecino nuestro o un pobre desconocido. La Cuaresma es un tiempo propicio para abrir la puerta a cualquier necesitado y reconocer en él o en ella el rostro de Cristo. Cada uno de nosotros los encontramos en nuestro camino. Cada vida que encontramos es un don y merece acogida, respeto y amor. La Palabra de Dios nos ayuda a abrir los ojos para acoger la vida y amarla, sobre todo cuando es débil. Pero para hacer esto hay que tomar en serio también lo que el Evangelio nos revela acerca del hombre rico.
2. El pecado nos ciega
La parábola es despiadada al mostrar las contradicciones en las que se encuentra el rico (cf. v. 19). Este personaje, al contrario que el pobre Lázaro, no tiene un nombre, se le califica sólo como «rico». Su opulencia se manifiesta en la ropa que viste, de un lujo exagerado. La púrpura, en efecto, era muy valiosa, más que la plata y el oro, y por eso estaba reservada a las divinidades (cf. Jr 10,9) y a los reyes (cf. Jc 8,26). La tela era de un lino especial que contribuía a dar al aspecto un carácter casi sagrado. Por tanto, la riqueza de este hombre es excesiva, también porque la exhibía de manera habitual todos los días: «Banqueteaba espléndidamente cada día» (v. 19). En él se vislumbra de forma patente la corrupción del pecado, que se realiza en tres momentos sucesivos: el amor al dinero, la vanidad y la soberbia (cf. Homilía, 20 septiembre 2013).
El apóstol Pablo dice que «la codicia es la raíz de todos los males» (1 Tm 6,10). Esta es la causa principal de la corrupción y fuente de envidias, pleitos y recelos. El dinero puede llegar a dominarnos hasta convertirse en un ídolo tiránico (cf. Exh. ap. Evangelii gaudium, 55). En lugar de ser un instrumento a nuestro servicio para hacer el bien y ejercer la solidaridad con los demás, el dinero puede someternos, a nosotros y a todo el mundo, a una lógica egoísta que no deja lugar al amor e impide la paz.
La parábola nos muestra cómo la codicia del rico lo hace vanidoso. Su personalidad se desarrolla en la apariencia, en hacer ver a los demás lo que él se puede permitir. Pero la apariencia esconde un vacío interior. Su vida está prisionera de la exterioridad, de la dimensión más superficial y efímera de la existencia (cf. ibíd., 62).
El peldaño más bajo de esta decadencia moral es la soberbia. El hombre rico se viste como si fuera un rey, simula las maneras de un dios, olvidando que es simplemente un mortal. Para el hombre corrompido por el amor a las riquezas, no existe otra cosa que el propio yo, y por eso las personas que están a su alrededor no merecen su atención. El fruto del apego al dinero es una especie de ceguera: el rico no ve al pobre hambriento, llagado y postrado en su humillación.
Cuando miramos a este personaje, se entiende por qué el Evangelio condena con tanta claridad el amor al dinero: «Nadie puede estar al servicio de dos amos. Porque despreciará a uno y querrá al otro; o, al contrario, se dedicará al primero y no hará caso del segundo. No podéis servir a Dios y al dinero» (Mt 6,24).
3. La Palabra es un don
El Evangelio del rico y el pobre Lázaro nos ayuda a prepararnos bien para la Pascua que se acerca. La liturgia del Miércoles de Ceniza nos invita a vivir una experiencia semejante a la que el rico ha vivido de manera muy dramática. El sacerdote, mientras impone la ceniza en la cabeza, dice las siguientes palabras: «Acuérdate de que eres polvo y al polvo volverás». El rico y el pobre, en efecto, mueren, y la parte principal de la parábola se desarrolla en el más allá. Los dos personajes descubren de repente que «sin nada vinimos al mundo, y sin nada nos iremos de él» (1 Tm 6,7).
También nuestra mirada se dirige al más allá, donde el rico mantiene un diálogo con Abraham, al que llama «padre» (Lc16,24.27), demostrando que pertenece al pueblo de Dios. Este aspecto hace que su vida sea todavía más contradictoria, ya que hasta ahora no se había dicho nada de su relación con Dios. En efecto, en su vida no había lugar para Dios, siendo él mismo su único dios.
El rico sólo reconoce a Lázaro en medio de los tormentos de la otra vida, y quiere que sea el pobre quien le alivie su sufrimiento con un poco de agua. Los gestos que se piden a Lázaro son semejantes a los que el rico hubiera tenido que hacer y nunca realizó. Abraham, sin embargo, le explica: «Hijo, recuerda que recibiste tus bienes en vida, y Lázaro, a su vez, males: por eso encuentra aquí consuelo, mientras que tú padeces» (v. 25). En el más allá se restablece una cierta equidad y los males de la vida se equilibran con los bienes.
La parábola se prolonga, y de esta manera su mensaje se dirige a todos los cristianos. En efecto, el rico, cuyos hermanos todavía viven, pide a Abraham que les envíe a Lázaro para advertirles; pero Abraham le responde: «Tienen a Moisés y a los profetas; que los escuchen» (v. 29). Y, frente a la objeción del rico, añade: «Si no escuchan a Moisés y a los profetas, no harán caso ni aunque resucite un muerto» (v. 31).
De esta manera se descubre el verdadero problema del rico: la raíz de sus males está en no prestar oído a la Palabra de Dios; esto es lo que le llevó a no amar ya a Dios y por tanto a despreciar al prójimo. La Palabra de Dios es una fuerza viva, capaz de suscitar la conversión del corazón de los hombres y orientar nuevamente a Dios. Cerrar el corazón al don de Dios que habla tiene como efecto cerrar el corazón al don del hermano.
Queridos hermanos y hermanas, la Cuaresma es el tiempo propicio para renovarse en el encuentro con Cristo vivo en su Palabra, en los sacramentos y en el prójimo. El Señor ―que en los cuarenta días que pasó en el desierto venció los engaños del Tentador― nos muestra el camino a seguir. Que el Espíritu Santo nos guíe a realizar un verdadero camino de conversión, para redescubrir el don de la Palabra de Dios, ser purificados del pecado que nos ciega y servir a Cristo presente en los hermanos necesitados. Animo a todos los fieles a que manifiesten también esta renovación espiritual participando en las campañas de Cuaresma que muchas organizaciones de la Iglesia promueven en distintas partes del mundo para que aumente la cultura del encuentro en la única familia humana. Oremos unos por otros para que, participando de la victoria de Cristo, sepamos abrir nuestras puertas a los débiles y a los pobres. Entonces viviremos y daremos un testimonio pleno de la alegría de la Pascua.
Vaticano, 18 de octubre de 2016
Fiesta de san Lucas Evangelista